Una mujer es fértil desde que tiene su primer periodo, pero su capacidad de gestar va disminuyendo con la edad. En el caso de los hombres, también se constata un decrecimiento paulatino de la fertilidad con la edad, aunque más tardía. Si hace unos años, las técnicas de reproducción asistidas eran para pocos, hoy en día éstas son una práctica habitual.

Para conocer la fertilidad de hombres y mujeres existen diferentes tipos de pruebas o exámenes que van a determinar la calidad y capacidad de sus órganos reproductivos.

En el caso femenino, se elabora una historia clínica estudiando diversos factores influyentes como pueden ser los ciclos menstruales o el consumo de determinados estupefacientes. También se llevan a cabo estudios hormonales, exámenes del útero y exámenes ecográficos para evaluar un posible caso de esterilidad.

En los hombres, se estudia la calidad de los espermatozoides mediante la técnica del seminograma, así como también se puede realizar una biopsia testicular o punción del epidídimo, en la que se analizan los restos sin contaminar.

Actualmente es posible combatir la esterilidad mediante diferentes métodos de baja o de alta complejidad. Los primeros, abarcan soluciones como el coito programado, en el que se calculan los días más fértiles de la mujer para que la pareja mantenga relaciones sexuales durante ese período, o la inseminación artificial: la introducción en el útero de semen previamente trabajado en el laboratorio.

Factores que afectan la fertilidad femenina

Peso: tanto un exceso como un déficit de grasa corporal de un 10 a 15% de lo normal pueden alterar los niveles plasmáticos de estrógenos, interfiriendo con el ciclo menstrual.

Están en riesgo especialmente las afectadas por trastornos alimentarios, deficiencias alimentarias, vegetarianas estrictas que carezcan de ciertos nutrientes y deportistas de alto rendimiento, como maratonistas y bailarinas.


Tabaco: altera la ovulación y la fecundación, los niveles hormonales y la implantación. Asimismo, se asocia a mayor riesgo de embarazo ectópico (anidación de un embrión en la trompa de Falopio).

Endometriosis: responsable de entre el 5 y 15% de los casos de infertilidad femenina, la endometriosis es una patología que se produce cuando tejido similar al del endometrio (tejido que reviste internamente el útero y que se expulsa durante la menstruación) crece fuera del útero.

Esta implantación anómala afecta por lo general a los ovarios y las trompas de Falopio. El tejido endometrial va produciendo pequeños quistes, que siguen respondiendo al estímulo hormonal y genera múltiples molestias que afectan la vida diaria y la fertilidad de 1 de cada diez mujeres.

Síndrome de ovario poli quístico: se produce en las mujeres en edad reproductiva, involucra una serie de aspectos externos como aumento de la vellosidad y acné, la resistencia a la insulina y el sobrepeso.

Debido a que los niveles de testosterona (hormona masculina) están más elevados de lo normal, el ovario no logra madurar los folículos, los que terminan enquistándose y produciendo un engrosamiento de la pared ovárica. Al no haber ovulación, no es posible que haya fecundación.

Recuerda que al inicia un tratamiento de reproducción asistida pueden surgirte muchas dudas sobre el procedimiento, hay muchos conceptos a los que la mayoría de pacientes no están acostumbrados y que, en ocasiones, pueden parecer complejos. Desde los efectos secundarios de las estimulaciones, hasta los horarios a los que debes tomar tu tratamiento, pasando por cuestiones como aliviar el estrés durante este tiempo o qué tipo de vitaminas puedes tomar.

¿Cómo prepararte para el tratamiento?         

Además de los aspectos técnicos de cada tratamiento, puedes prepararte con acciones muy sencillas. Aunque no existe una fórmula mágica que garantice el éxito, el proceso resultará más llevadero si te preparas física y emocionalmente.

En el plano más físico, procura seguir una dieta saludable, mantente en un peso adecuado, limita la cafeína, reduce el consumo de alcohol e intenta dormir lo suficiente. En el plano emocional, recurre a un psicólogo o terapeuta, únete a un grupo de apoyo, practica actividad física regular o ayúdate con técnicas de relajación.

En definitiva, cuídate y haz hueco en tu agenda para aquellas cosas que te relajen y hagan feliz.

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